—No va a ir.
Insistí en aquel mantra por enésima vez, como si repitiendo la misma respuesta una y otra vez fuera suficiente para asegurarme de que Edward Cullen no iba a asomar su bonito culo por la maldita fiesta de Navidad. Y lo de bonito culo no era más que una forma de hablar. Aparte de una constatación de hechos, porque…
—Además —continué hablando, al tiempo que sacudía la cabeza para borrar de mi mente cualquier pensamiento sobre la anatomía de Edward—, esta tarde me pasé por la cafetería antes de venir hacia aquí y escuché un rumor muy curioso sobre…
—¿Sobre que Jasper Hale va a estar en la fiesta? —completó Angela por mí.
Asentí con la cabeza y ambas clavamos nuestras miradas sobre Alice a un mismo tiempo. De inmediato, la sonrisa burlona que parecía tatuada a fuego en sus labios desde que habíamos llegado a su casa, desapareció por completo.
—Estáis de broma, ¿verdad? —quiso saber, masticando lentamente las palabras.
—Estoy segura al cien por cien de que es cierto —repliqué, paladeando el dulce sabor de la venganza.
—A mí me lo comentó Lauren —aportó Angela—. Dice que irá a la fiesta para disculparse por la ausencia de Edward Cullen. Lo que confirma la teoría de Bella.
—¿Y qué credibilidad tiene Lauren? —espetó Alice—. ¿Acaso tiene línea directa con Jasper Hale o qué?
Angela y yo la observamos en silencio durante un par de segundos. Se había cruzado de brazos y lucía esa expresión mortífera que tan sólo le había visto exhibir en una ocasión: el día que Jasper Hale apareció de improviso en la oficina con mi contrato.
—¿Estás celosa? —pregunté de repente, y hasta que no pronuncié las palabras en voz alta, no me di cuenta de que sólo había una única respuesta.
Crucé una rápida mirada de complicidad con Angela.
—Está celosa —confirmó ella.
Un bufido malhumorado se escapó de los labios de Alice y aquello no hizo más que corroborar nuestras sospechas.