jueves, junio 28, 2012

Adelanto MAS: Capítulo 12. La resaca

—¿Pensando en tu clase de piano?


Una sonrisa involuntaria se dibujó en mis labios al escuchar su voz. Me sorprendía que mi mente fuera capaz de reproducirla con tanto detalle, pero entonces caí en la cuenta de que aquello no había sido fruto de mi imaginación.

Alcé la mirada para encontrarme con la sonrisa torcida de Edward Cullen y con el propio Edward Cullen apoyado contra la puerta de mi despacho.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, incapaz de ocultar la sorpresa en mi voz.

Le observé con total descaro, como si quisiera comérmelo con los ojos. Y, ciertamente, su apariencia resultaba más que apetecible. Ese día llevaba un traje de color azul marino, a juego con su camisa, y sus ojos parecían brillar con la promesa de que algo bueno estaba por venir. Aunque bueno, en el diccionario de Edward Cullen, no siempre significaba lo mismo para mí.

—Tengo una petición más que hacer para la fiesta.

Entorné los ojos con cautela.

—¿Entonces por qué estás aquí y no en el despacho de Victoria?

Él se limitó a hundir las manos en los bolsillos del pantalón y encogió los hombros con indiferencia.


—Vuelves a encargarte de la fiesta.

Aquello tenía que ser una broma de mal gusto. Porque si había una manera, una sola manera de joder el recuerdo perfecto de la noche anterior, era que Edward se presentara en mi despacho y diera por hecho que volvía a trabajar para él. Sin preguntar. Sin proponer. Sin tomar en consideración que, tras su despido fulminante, puede que me quedara aún un poco de dignidad para negarme.

Pero, ¿por qué iba a importarle lo que yo pensara? Era Edward Cullen. El mundo entero existía con el único propósito de hacer de su vida algo llevadero y fácil.

Una lástima que esa tarde yo no me sintiera especialmente complaciente.

—No voy a volver a trabajar para ti —dije de forma tajante, clavando mis ojos sobre los suyos para reafirmar mi determinación—. Y ni siquiera te diré que lo siento porque sería mentir.

—¿Disfrutas llevándome la contraria? —quiso saber él, al tiempo que se cruzaba de brazos.

—No te haces una idea.

—Entonces espero que recuerdes que yo no soy de los que aceptan un ‘no’ por respuesta —descruzó los brazos y cubrió la distancia que le separaba de mi escritorio con movimientos lentos; apoyó ambas manos sobre la superficie de madera y la mirada que me lanzó pareció enviarle un mensaje directo a todas mis terminaciones nerviosas—. Y créeme, Isabella, puedo ser muy persuasivo.

lunes, junio 11, 2012

Adelanto MAS: Capítulo 11. La borrachera

Los muelles del colchón crujieron bajo mi peso cuando, de forma casi inconsciente, me acerqué a él, borrando casi por completo la distancia prudencial que nos separaba. Odiaba tenerle tan cerca y, al mismo tiempo, sentirle tan lejos. Me coloqué a unos cuantos centímetros de él, lo suficientemente cerca como para poder acompasar el ritmo de mi respiración a la suya. Me moría de ganas por tocarle, pero el pequeño arrebato de valentía se desvaneció tan rápido como había aparecido, por lo mantuve las manos quietas sobre mi regazo.

—Quédate.

La palabra quedó colgando entre los dos, pero no encontré en mí el sentido común suficiente como para arrepentirme de mi breve momento de debilidad. Quería que se quedara y, por una vez, estaba dispuesta a ser sincera.

—No puedo —fue su única respuesta.

—¿Entonces por qué no te has ido ya?

Apenas podía distinguir su rostro. La habitación estaba prácticamente a oscuras y la única luz que se colaba débilmente desde el pasillo no era suficiente.

—Porque todavía no has respondido a mi pregunta —murmuró.

—No lo voy a hacer —respondí con determinación—. Ya he arriesgado demasiado esta noche. Necesito algo de tu parte.

—¿Qué quieres que haga?

Escuché su voz susurrar esa pregunta, casi como un signo de rendición. Me alarmé al captar el matiz de derrota en sus palabras, pero no podía ser. Tenía que estar imaginándomelo. Porque Edward nunca perdía. Él siempre asumía el control y yo no era lo suficientemente fuerte como para manejar la situación. Tenía que ser él quien lo hiciera.