domingo, febrero 17, 2013

Adelanto MAS: Capítulo 22. La proposición

Estaba loca. De remate. En algún rincón de mi corazón, sentí algo de compasión por ella. Y eso me hacía sentirme moralmente superior. Se había quedado sin trabajo y sin vida social. Pero seguía teniendo un par de piernas kilométricas y a Emmett. Quizás eso explicaba lo increíblemente irritante que era. Quizás acababa de darse cuenta de que en esta vida no se podía tenerlo todo. O trabajo y vida social, o piernas kilométricas y un novio.

O quizás es que simplemente era insoportable y el estar pasando por un momento jodido en su vida la hacía aún más difícil de aguantar.

Me inclinaba por la segunda opción.

Volví a concentrarme en mi Cosmopolitan, con el firme objetivo de largarme de allí en cuanto lo terminara. La cuenta se la dejaba para que la pagara ella. Pero, justo entonces, Rosalie volvió a abrir la boca.

—¿Le quieres?

Definitivamente, me iba. ¿Por qué coño no me estaba moviendo ya?

—No hablo de él —respondí, vocalizando las palabras lentamente—. No pienso en él.

Rosalie volvió a reír entre dientes, mezclando la burla con la más irritante condescendencia.

—Le quieres.

Guardé silencio. Porque eso ya no importaba. Y porque, después de todo lo que había pasado, Rosalie Hale era la última persona sobre la faz de la Tierra ante la que querría admitir algo así.

—¿Sabes? —volvió a hablar al cabo de un par de segundos, removiendo con parsimonia el contenido de su copa— Si no fueras tan cobarde, puede que me cayeras bien. Aunque tampoco estoy muy segura de ello.

Sin decir nada más, le dio un último trago a su copa, dejó un par de billetes sobre la barra y se largó de allí.

sábado, febrero 09, 2013

Adelanto MAS: Capítulo 21. La ira

Volvió a acercarse a mí y, con cautela, colocó una mano sobre mi cuello.

—Yo me ocupo de la prensa, Isabella. No dejaré que te hagan daño.
—Tarde —mastiqué con rabia, moviéndome un par de centímetros hacia atrás, los suficientes para perder el contacto con su piel; su mano ardía sobre mi cuello y no me dejaba pensar con claridad—. Los periodistas ya me esperaban a la salida de la oficina. Mi apartamento está sitiado por fotógrafos y Jasper ha tenido que esconderme en el suyo. Y mientras en las revistas no para de indagar sobre mi y de inventarse espantosas mentiras sobre mi pasado, tú te ocultas aquí, esperando a que sea yo quien te encuentre. Eso no es ocuparse de una mierda, Edward. Eso es ser un cobarde.

—Joder —masculló él entre dientes, más para sí mismo que para mí—. No pensé que fueran tan rápidos…

—No me jodas, Edward —dije con brusquedad, harta de su falsa ingenuidad—. Llevas toda tu vida lidiando con la prensa. ¿Qué creías que iba a pasar después de que les dieras mi nombre? ¿Y porqué creíste que era necesario? Me hubiera dado por aludida aunque no lo hubieras hecho, te lo aseguro.

Él se encogió de hombros, llevándose la mano al pelo de nuevo en ese gesto que denotaba nerviosismo e inseguridad.

—Creí que estaba siendo romántico.

Un suspiro de rendición se escapó de mis labios al verle ahí parado, sin saber qué hacer. Sin tener ni idea de la vida, ni del amor, ni de nada.